martes, 18 de diciembre de 2012

Tiempo de Navidad II. Poner el Belén


Lo más importante, para mi, en estos días era siempre el momento de poner el belén. Desde muy pequeña solía hacerlo yo sola o con pocas ayudas. Aún conservo en Escalona alguna de las viejas figuritas que yo colocaba en un rincón del comedor de mi casa. Mi belén infantil solía ser un paisaje muy nevado (a base de harina), con montañas simuladas con escorias de la calefacción (lo que queda cuando el carbón está casi quemado) y un camino hecho con serrín,  por donde llegaban en fila todas mis figuritas hasta el establo, en donde colocaba a la Sagrada Familia, con  la mula y el buey.

Más tarde, me encargué del belén en mi lugar de trabajo durante varios años, ya con más medios y más grande. Era un Colegio Mayor y siempre había voluntarios para ayudarme.

Cuando llegó a mi vida el abuelo Juan, lo de poner el belén se complicó más. El también era un entusiasta y creo que en su casa de Hellín los había montado a lo grande con la colaboración del tio Antonio, cuando eran pequeños. Allí había mucho sitio y también mucha tradición. Más tarde en su época de maestro le tocó poner muchos,  en el colegio Miguel Blasco Vilatela,  en el que ejerció más de quince años.

Vosotros, mis chicos, no pudisteis conocer esta faceta del abuelo pero seguro que a vuestros padres les pasará como a mi y recordarán el día de poner el belén. Solíamos esperar al día que empezaban las vacaciones en la escuela porque así podíamos contar también con el tio Rafael.

Antes preparábamos el lugar, se montaba el estaribel (palabra en vías de extinción pero que en esta casa se usaba muy a menudo). Seleccionábamos los libros que,  colocados en montones,  nos iban a dar las distintas alturas de Belén, siempre los viejos doce tomos del Año Cristiano, para elevar el castillo de Herodes.

No tengo ninguna fotografía pero el ambiente y el olor de la casa aquellos días lo siento intensamente. La mezcla del olor a musgo, a serrín tostado por el calor de las luces, el que desprendían los trapos mojados en agua con escayola para formar las montañas, el olor de la pintura de témperas para colorearlas y sobre todo el de las ramas de sabina que traía el tio Rafael de los montes de Yeste,  para poner como fondo del paisaje.


Sabina
Todos esos olores se mezclaban casi siempre con el de los roscos de yema, las morcillas, las longanizas  y otras viandas típicas que también llegaban de Yeste.

Este trajín se animaba con la música adecuada, se ensayaban villancicos y el abuelo Juan siempre terminaba con la guitarra en la mano tocando villancicos o,  "la de siempre", aquella de Juan del Encina,  por la que siempre nos metíamos con él.

Ahora me da mucha alegría saber que esa costumbre la tenéis en vuestra casa y todos ponéis vuestro propio belén. El mio, sin embargo, lo he simplificado y cada año pongo con muchísimo cariño unas figuras artesanales mejicanas que me trajo el abuelo en uno de sus viajes. Es muy sencillo e ingenuo pero me gusta mucho.  En unos minutos está instalado.





En estos días me encanta mirar los pequeños nacimientos que adornan los escaparates de las tiendas. El de la ferretería de la calle Labrador, con su molino mecánico y la mujer dando de comer a las gallinas, le gustó mucho a Alejandra hace un par de días y con los ojos muy abiertos empezó a gritar ¡Navidaaad! que es  una de las últimas palabras que ha aprendido.

También confieso que los belenes monumentales, en plan parque temático, no me gustan nada y tampoco los venecianos, con figuras vestidas de brocados y puntillas. Lo mio está más cerca de los belenes franciscanos, por supuesto con la mula y el buey. Faltaría más.

Aquí os dejo un villancico tradicional, que estoy enseñándole a Alejandra y que ya lleva muy adelantado.

http://youtu.be/T0zMfW6zADo

Es una estupenda música de fondo para poner este año el belén.
Con nostalgia pero muy feliz
Abuela Ana

domingo, 16 de diciembre de 2012

Tiempo de Navidad I. Adornos para el árbol

Hace ya muchos días, meses incluso, que desde los comercios nos están recordando que es tiempo de Navidad.

Los más madrugadores suelen ser los dulces, turrones y bebidas que están colocados estratégicamente en nuestro supermercado para tentarnos a la hora de hacer la compra con los productos que, en teoría, hay que consumir dos meses más tarde.

Luego van surgiendo los mercadillos callejeros que ofrecen todo tipo de  adornos navideños y complementos para regalar en esos días y que hacen, me imagino, bastante daño a los pequeños comercios de nuestros barrios que languidecen ante la falta de demanda. Es una pena como de una semana a otra encuentras cerradas las tiendas que has conocido durante muchos años. Es por la crisis, dicen. No podemos competir con los grandes, dicen. Tenemos muchos impuestos, dicen....


(Esta estaba en Cardenal Cisneros, 67, pero la de Hijos de Severiano González de la calle Toledo, a la que yo iba,  acabó igual)
Os cuento lo de las pequeñas tiendas porque a veces es dificil encontrar algo tan simple como un botón o una bobina de hilo de un color determinado en el barrio y hay que desplazarse al centro en donde afortunadamente las antiguas tiendas de Pontejos tienen de todo. Echo de menos las pequeñas mercerías de toda la vida.

Me encanta hacer labores, pequeñas labores ahora. Soy impaciente y ya no me apetece meterme en grandes obras. Estos días he descubierto que podía pasarlo muy bien confeccionando adornos para el árbol de navidad de mis niños. Pequeñas piezas confeccionadas a crochet que además me han permitido reciclar un montón de restos de lana que había ido guardando de labores anteriores.


Mi hija Ana me mandó un enlace a una página, Lanas y ovillos. Amigurumis,  y me puse manos a la obra.


(Las campanitas y las estrellas se rellenan con algodón sintético para darles volumen)
Es facilísimo porque aparte de ir guiándote paso a paso en un video, puedes imprimir el esquema de cada adorno y seguirlo vuelta a vuelta. También encontré algunas cosas interesantes en la página Tejiendo Perú. Navidad.


(Los adornos colgados en el árbol quedan muy bonitos)



Las pequeñas cabecitas de Santa Claus se pueden poner, además de colgadas en el árbol, pegadas en una cartulina doblada y así puedes enviar felicitaciones de Navidad muy simpáticas.



He descubierto el Amigurumis (se trata de confeccionar pequeños muñecos, la mayoría inspirados en los dibujos del comic manga), afición que al parecer hace furor entre las jovencitas y no tan jóvenes en Japón. Os invito a descubrir todo lo que hay escrito sobre esto. También se ofrecen cursos, talleres  e intercambio de labores a través de Internet.



Quizá lo que se ha recuperado sea la sensación relajante de las labores de crochet y la facilidad de realizarla en cualquier sitio. Además ha surgido un pequeño comercio, a veces por encargo, de estos muñecos que se pueden personalizar.

A mis chicos les han gustado los adornos confeccionados por la abuela Ana y yo me lo he pasado estupendamente haciéndolos. Alguno de los muñecos de nieve me ha salido más simpático, otro un poco grotesco, ahí está la gracia del asunto en que son iguales pero distintos.


(El muñeco de nieve es un modelo exclusivo de la abuela Ana)
Me ha encantado compartir mi nueva afición con vosotros. Si me animo a hacer nuevas cosas ya os las enseñaré. La recomiendo a quien sepa hacer lo más básico con un ganchillo porque es fácil, barato y gratificante.
Manos ocupadas, cabecita despierta.
Abuela Ana