Nació un día como hoy en 1903, en Bailén. Fue el pequeño de tres hermanos varones y como su madre contrajo una enfermedad que la mantuvo durante años sentada en un sillón, dependiente para todo de los cuidados de su marido, mi padre, desde muy pequeño, pasó a estar al cuidado de su padrino, Francisco José, un artesano zapatero que se ocupó de enseñarle el oficio y transmitirle inquietudes y conocimientos que él tenía.
(fotografía encontrada en Internet de un antiguo taller artesano de zapateros) |
Casi un adolescente se enamoró de una chiquilla de su misma edad que iba diariamente a bordar al convento de las monjas. Durante más de diez años mantuvieron un noviazgo en los que él pasaba por delante de su casa, anunciando su paso con una tos o un "sonoro sonado de nariz" (mi madre contaba, entre risas, que mi abuela le avisaba cuando ella no le había oído).
(la fotografía que selló el compromiso) |
Se casaron en 1931, tuvieron una hija, mi hermana Magdalena, en 1933 y vivieron unos años felices, él dedicado a fabricar preciosos zapatos a medida y ella bordando los ajuares que las hijas de los terratenientes encargaban a las monjas.
(mis padres, de paseo por Bailén) |
En 1936 mi padre fue incorporado a filas para combatir en la guerra civil. Su regimiento no era de los sublevados pero si fue de los vencidos. Él que no había disparado ni un solo tiro en los tres años de guerra, porque se los pasó confeccionando botas a medida para todos los jefes y oficiales, pasó tres horribles meses en un campo de concentración en un islote cerca de Huelva, hasta que se demostró que no había ningún cargo contra él.
Volvió andando hasta Bailén, detenido en cada pueblo que cruzaba hasta que comprobaban sus papeles y, cuando llegó al lado de su esposa y de su hija, estaba enfermo y afectado de todas las "plagas" que se adquirían en los calabozos.
Supongo que con un futuro bastante incierto en el pueblo, después de acabar la guerra, decidió escuchar a su mujer y aceptar un trabajo que le ofrecían en Madrid personas que le conocían bien y que, aunque no tenía nada que ver con su oficio de zapatero si era necesario su buen hacer y su responsabilidad. Así que en febrero de 1940 se instalaron en la calle Joaquín García Morato (antes Santa Engracia y ahora también).
En abril de 1943 nací yo y como a mi hermana mayor le gustaba más quedarse junto a la falda de mi madre, que tampoco era muy amante de paseos y fiestas, desde muy pequeña mi padre me llevaba al Retiro, al Parque del Oeste, a la verbena de la Virgen del Carmen, que era en el barrio, o a otras verbenas más lejanas como la de San Isidro en la pradera o San Antonio en la Florida.
De su mano fui por primera vez a Recoletos a la Feria del libro, me contaba muchas historias, quizá de las que había escuchado a aquel padrino que le enseñó a hacerse un hombre y aprendí a leer, sentada en sus rodillas, en las letras gordas del periódico.
Con él tuve siempre mucha más confianza que con mi madre. Era mucho más cercano y jamás me regañó agriamente por nada. Aunque yo pienso que los padres deben ser padres y no amigos de sus hijos, en mi caso, mi padre si fue mi amigo para muchas cosas.
Se llevaba estupendamente con el abuelo Juan y más de una vez medió por nosotros ante mi madre que no estaba muy entusiasmada con mi noviazgo. Fue nuestro padrino de boda y para mis tres hijos mayores un abuelo cariñoso y orgulloso de sus nietos.
Hoy cumpliría esos 110 años que yo decía más arriba pero lo cierto es que nos dejó cuando tenía 70. Fue un 3 de febrero de 1974, ese día su enorme corazón le jugó una mala pasada y se nos marchó un hombre que como decía Machado era "...en el buen sentido de la palabra, bueno."
Para mis chicos, otra historia de la abuela y, para mi, el orgullo de recordar hoy a uno de los hombres a los que más he querido en mi vida.
Feliz mes de mayo
Abuela Ana