Aprovechando que tenía un largo fin de semana por delante, el viernes decidí dedicarlo a ordenar armarios.
El tiempo climatológico raro que hemos disfrutado últimamente, había dejado mi ropa de verano mezclada con la de invierno y viceversa, así que ya he conseguido poner un poco de orden en mis armarios. Y digo mis porque realmente puedo permitirme el lujo, al vivir sola, de tener uno para cada periodo estacional.
Hasta aquí pura rutina. Pero el sábado, al hilo de las noticias, recordé que yo tenía en casa un genuíno pedacito del Muro de Berlín. Me hacía ilusión tenerlo en la mano tantos años después y quizá hacer una fotografía y enseñársela a mis amigos. Pero buscarlo ¿dónde? Lo recordaba junto a unos pedacitos de mármol de esos que, las malas lenguas dicen que tiran alrededor de El Partenón, para que se los lleven los turistas de recuerdo.
Después de muchos años sigo sin "meter mano" a los armarios bajos de un mueble librería en donde están guardadas muchas cosas del abuelo Juan. Así que me dije: hoy es el día, duro con el.
Y abrí los armarios y se me cayó encima media vida. Mis nietos preguntarían ¿qué es todo esto, abuela?
- Cajas llenas de carretes de fotografías en blanco y negro, revelados en casa.
- Sobres y cajas de fotografías, de hace más de cincuenta años.
- Diapositivas, ya en color.
- Películas de Super8
- Herramientas para montar las películas.
- Un proyector de Super8
- Un tomavistas
Carpetas con apuntes, recuerdos de viajes, postales.
Una caja llena de cacharritos de cerámica de medio mundo, que íbamos guardando a medida que faltaba sitio para los libros en las estanterías.
Una bolsa llena de discos de vinilo de 45 RPM con lo mejor de los años 60 y 70 y cintas de vídeo Beta y VHS y mil cosas más.
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Por un instante pensé que no lo iba a resistir. Por supuesto el dichoso pedacito del Muro de Berlín no apareció. Ya aparecerá cuando no lo busque. Suele pasar.
Me quedé en estado de shock y cuando reaccioné, después de un par de horas, caí en la cuenta de que después de dieciocho años yo no había terminado de pasar eso que llaman el duelo. Esos armarios cerrados guardando "sus cosas" eran mi forma de no dejarle ir.
Cómo la idea de seguir fomentando sus aficiones, sus manualidades y hasta una idea peregrina que me asaltó al principio, de seguir con alguno de sus proyectos de investigación, como si yo hubiera estado preparada para ello. Yo sólo tenía montañas de fichas, libros y documentación a las que he ido dando salida poco a poco. No son buenos tiempos para la investigación histórica contemporánea.
El problema de los libros, que en un principio fueron como una losa para mi, lo he ido solucionando con el tiempo. A mis compañeras del Círculo de Lectoras se lo he contado a veces. Pasé de limpiarles el polvo mecánicamente a mirar de qué iban y a disfrutar con la lectura de muchos de ellos. Yo siempre había leído mucho pero aquellos eran sus libros.
No va a ser fácil hacer míos todos los espacios de la casa, pero creo que va a ser un sano ejercicio mental. Las cosas no deben aprisionar a las personas y si hay que cambiarlas de sitio o darles aire pues me armaré de valor y lo haré.
Así que cuidadín cuando decidáis arreglar armarios. Nunca sabe uno lo que va a salir de esos muebles.
Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí. Me había olvidado de lo bien que me sentaban estos desahogos.
Hasta pronto.
Abuela Ana
Pd. Como no encontré mi trocito , aquí os dejo una foto, tomada de Google, de los tres trozos del Muro que hay en el Parque de Berlín, cerca de mi querido barrio de Prosperidad.