lunes, 15 de octubre de 2012

Historia para andar por casa. Escalona y su Castillo

Después de más de treinta años pasando largas temporadas en nuestra casa de Escalona, el pasado fin de semana he pisado por primera vez el recinto del castillo. Al principio,  porque al ser de propiedad privada, estaba cerrado y hace poco, cuando se planificaron visitas los sábados por la mañana,  porque no había encontrado el momento.


Ha sido una visita sorpresa, decidida sobre la marcha y la he hecho llevando de la mano a mi pequeña princesa , mi nieta menor, que aún le falta para cumplir dos años.
A Alejandra le encanta hacer turismo y los sitios un poco oscuros o cerrados con rejas los considera lugares para jugar al escondite con su papá y los llama "cu-cús". Es una turista intrépida a la que hay que sujetar para que no corra derecha hacia fosos y troneras.

En la actualidad el castillo de Escalona es un recinto en "rehabilitación" lenta y supongo que muy costosa.

Recuerdo que hace muchos años, cuando al abuelo Juan se le ocurrió pintar un cuadro con la vista del castillo desde el río Alberche, solía hablarme, mientras pintaba, de la historia de Escalona. En sus asignaturas de Historia Medieval y Moderna, este lugar aparecía de vez en cuando asociado a personajes importantes de la historia de Castilla, y a él le gustaba documentarse muy bien.

Vista general desde el rio (debajo del puente)
Como además estoy siguiendo la serie Isabel, en la televisión y hace muy poquito he vuelto a ver la película Locura de amor, en homenaje personal a la desaparecida Aurora Bautista, llevaba unos días releyendo las estupendas biografías de Isabel I y Juana I de Castilla escritas por el profesor Manuel Fernández Alvarez y encontrando referencias a alguno de los personajes que anduvieron con sus espadas entre estas piedras. 
Vamos, que paseando por el castillo de Escalona me he sentido viajando por el tunel del tiempo y he fantaseado un poco, llevando a mi princesita de la mano.

Cu-cú, ¿donde estoy?

Os cuento:
Las noticias más antiguas nos llevan a un asentamiento romano, un "castrum", para  la defensa del paso del río Alberche, que a su vez le sirve de foso natural.

El río le sirve de foso natural con un desnivel de más de 25 metros
 De la época visigoda se han encontrado restos de sarcófagos y se cree que existió algún tipo de asentamiento militar en el lugar.

Durante la dominación musulmana, los moros respetan el asentamiento del castrum y su recinto amurallado y edifican una fortaleza, restaurando y ampliando la que había. La población musulmana se consolida en la zona y gana importancia como lugar estratégico durante el Califato de Córdoba,  formando parte del triángulo para la defensa de Toledo, formado por los sitios de Alamín, Maqueda y Escalona.

A principios del siglo XI, en 1083, Escalona es conquistada por Alfonso VI como primer paso para la conquista de Toledo y durante años es lugar de batallas y escaramuzas contra los musulmanes del norte de Africa.
En 1118 el rey Alfonso VII le otorga fuero (que quiere decir que el lugar tiene derechos y normas jurídicas, otorgadas por el rey).
En 1130 se concede a los hermanos Diego y Domingo Alvarez el encargo de repoblar el lugar y se construye un recinto amurallado de más de un kilómetro y medio de longitud en las cercanías del castillo. Una vez reconquistado el lugar aumenta su importancia como enclave en la retaguardia  de los castellanos y prospera económicamente.

Torres albarranas edificadas en la época del infante don Juan Manuel
En cuanto a la fortaleza, ya en el siglo XIII, en 1281 pasa a formar parte de las posesiones del infante don Manuel, hijo del rey Fernando III (el Santo) y hermano de Alfonso X (el Sabio). En el castillo de Escalona nace, en 1282, su hijo el infante don Juan Manuel, aquel que escribió Los cuentos del Conde Lucanor.


Durante el siglo XIV, el castillo pasa de manos de los nobles a las de los reyes en varias ocasiones y, ya en el siglo XV, el rey Juan II, padre de Isabel se lo cede a don Alvaro de Luna, Condestable de Castilla, que manda construir en el interior de la fortaleza un alcázar de estilo mudéjar. Las crónicas de la época recogen la grandeza de su palacio y las fiestas, torneos y banquetes que allí se celebraron en honor del rey.


Fachada del palacio (en obras)
Pero ese mismo rey que le había cedido el castillo a don Alvaro de Luna, le mandó arrestar y ajusticiar en Valladolid, y obligó a su esposa María  Pimentel (la Triste Condesa) y a su hijo a devolverle la fortaleza con todo lo que había dentro. La viuda se refugió en otra de sus posesiones, el palacio de Arenas de San Pedro.


El Condestable don Alvaro de Luna

En 1470, el rey Enrique IV, el hermano de Isabel, lo dona a su favorito Juan Pacheco, marqués de Villena y desde ese momento duque de Escalona. A partir de entonces Escalona y la comarca son escenario de los enfrentamientos por conseguir la corona de Castilla entre los partidarios de Isabel y los de su hermano y su descendiente Juana (la Beltraneja).


A lo largo de cuatro siglos más,  el castillo pertenece a los Villena, después al duque de Osuna y otra vez al marqués de Villena.

Durante la invasión francesa, a principios del siglo XIX, el palacio es desmantelado por las tropas napoleónicas, que utilizan las vigas del artesonado para construir un puente sobre el río Alberche que facilite el paso de tropas y material de guerra en la batalla de Talavera. Los restos del edificio son incendiados por orden del mariscal Soult.

Estado actual de la fortaleza que rodea el palacio.
El censo de cigüeñas crece cada año.

En 1922, para evitar un mayor deterioro de las ruínas de la fortaleza de Escalona, es declarado monumento nacional. Su propiedad pasa a manos privadas y se va rehabilitando, lentamente, hasta su estado actual.


En esta pradera hace unos años se celebraban corridas de toros durante las fiestas
Espero que os haya gustado mi paseo. Yo lo pasé muy bien y recopilando los datos para escribirlos aquí también he aprendido mucho.

Gracias a la Mamá 2.0, por hacer unas fotos tan buenas y pasármelas para el blog.

Si alguien se anima, nos vemos en Escalona (Toledo)
Abuela Ana

viernes, 12 de octubre de 2012

El placer de releer un libro

Hace algún tiempo comenté que mis reuniones literarias de los jueves se habían suspendido, así que a partir de ese momento he ido escogiendo los títulos que me apetecía leer, sin tener en cuenta si al final de la lectura había que comentarla en grupo.

Últimamente he leído un poco de todo y me he dado cuenta de que lo que más me apetece en estos momentos es recuperar algunos títulos que me gustaron mucho y que, por la prisa de acabar a tiempo, no pude disfrutar del todo.

Entre los títulos que quiero recuperar hay clásicos como Quevedo, con el que pasamos tardes inolvidables leyendo algunas de sus Obras festivas (Pragmática que han de guardar las hermanas comunes, Genealogía del modorro,  El libro de todas las cosas y otras muchas más...).



Con una novela de Jorge Amado, Doña Flor y sus dos maridos, tuvimos unas tardes de subidón erótico-culinario- festivo que culminó con unas tisanas bautizadas con auténtico Cachaza, traído directamente de Porto Alegre para la ocasión. (¡Gracias Fran!)


También atrevernos a leer Rayuela de Cortázar, Cien años de soledad de García Márquez, Bomarzo de Mujica Laínez, como libros del mes para ponerlos en común, fue estupendo pero, como decía antes, con las prisas yo siento que de todos ellos me he perdido algo.

Leímos muchas cosas de Benedetti, algunas de Saramago y de Carlos Fuentes y, cuando se fueron,  nos dejaron la asignatura pendiente de seguir leyendo algo más.

También hay una novela reciente, de las últimas que leímos, que dejé en lista de espera para una segunda lectura, es Los enamoramientos de Javier Marías.


Hace un par de domingos vi un telefilm en la televisión que me hizo pensar mucho en las lecturas a lo largo de la vida. Era el viaje de un profesor de literatura, alemán, que emprende el Camino de Santiago llevando como lectura para el viaje La Odisea de Homero. Aparte de la trama de la película me encantaron las reflexiones que hacía sobre el libro que siempre llevaba en la mano.

Yo no tengo un libro especial, me encanta volver a muchos. Son los que puedo empezar a leer por cualquier página porque ya se cómo terminan y de qué tratan y no tengo ninguna prisa por acabarlos. Son de los que recuerdo frases, situaciones, descripciones... que me hacen sonreir cuando las vuelvo a vivir.

Así que este otoño-invierno voy a dedicar parte de mi tiempo libre a sentarme en mi sofá de Ikea, comodísimo, (recuerdo el sillón Voltaire del Martín Romaña de Bryce Echenique), y disfrutar de la relectura de mis autores favoritos.



Por cierto, hoy es 12 de octubre: felicidades a mis Pilares que aunque no son muchas si son muy queridas.
Nos encontramos en el sofá de leer
Abuela Ana