Más tarde, me encargué del belén en mi lugar de trabajo durante varios años, ya con más medios y más grande. Era un Colegio Mayor y siempre había voluntarios para ayudarme.
Cuando llegó a mi vida el abuelo Juan, lo de poner el belén se complicó más. El también era un entusiasta y creo que en su casa de Hellín los había montado a lo grande con la colaboración del tio Antonio, cuando eran pequeños. Allí había mucho sitio y también mucha tradición. Más tarde en su época de maestro le tocó poner muchos, en el colegio Miguel Blasco Vilatela, en el que ejerció más de quince años.
Vosotros, mis chicos, no pudisteis conocer esta faceta del abuelo pero seguro que a vuestros padres les pasará como a mi y recordarán el día de poner el belén. Solíamos esperar al día que empezaban las vacaciones en la escuela porque así podíamos contar también con el tio Rafael.
Antes preparábamos el lugar, se montaba el estaribel (palabra en vías de extinción pero que en esta casa se usaba muy a menudo). Seleccionábamos los libros que, colocados en montones, nos iban a dar las distintas alturas de Belén, siempre los viejos doce tomos del Año Cristiano, para elevar el castillo de Herodes.
No tengo ninguna fotografía pero el ambiente y el olor de la casa aquellos días lo siento intensamente. La mezcla del olor a musgo, a serrín tostado por el calor de las luces, el que desprendían los trapos mojados en agua con escayola para formar las montañas, el olor de la pintura de témperas para colorearlas y sobre todo el de las ramas de sabina que traía el tio Rafael de los montes de Yeste, para poner como fondo del paisaje.
Sabina |
Este trajín se animaba con la música adecuada, se ensayaban villancicos y el abuelo Juan siempre terminaba con la guitarra en la mano tocando villancicos o, "la de siempre", aquella de Juan del Encina, por la que siempre nos metíamos con él.
Ahora me da mucha alegría saber que esa costumbre la tenéis en vuestra casa y todos ponéis vuestro propio belén. El mio, sin embargo, lo he simplificado y cada año pongo con muchísimo cariño unas figuras artesanales mejicanas que me trajo el abuelo en uno de sus viajes. Es muy sencillo e ingenuo pero me gusta mucho. En unos minutos está instalado.
En estos días me encanta mirar los pequeños nacimientos que adornan los escaparates de las tiendas. El de la ferretería de la calle Labrador, con su molino mecánico y la mujer dando de comer a las gallinas, le gustó mucho a Alejandra hace un par de días y con los ojos muy abiertos empezó a gritar ¡Navidaaad! que es una de las últimas palabras que ha aprendido.
También confieso que los belenes monumentales, en plan parque temático, no me gustan nada y tampoco los venecianos, con figuras vestidas de brocados y puntillas. Lo mio está más cerca de los belenes franciscanos, por supuesto con la mula y el buey. Faltaría más.
Aquí os dejo un villancico tradicional, que estoy enseñándole a Alejandra y que ya lleva muy adelantado.
http://youtu.be/T0zMfW6zADo
Es una estupenda música de fondo para poner este año el belén.
Con nostalgia pero muy feliz
Abuela Ana