miércoles, 20 de marzo de 2013

Semana Santa y gastronomía

La gastronomía está muy unida a las tradiciones y también a la religión.

Hoy voy a dedicar esta entrada a dos recetas típicas de la Semana Santa de Hellín

De Hellín era el abuelo Juan y, aunque él vivió fuera de su ciudad natal desde muy joven, cuando llegaba la cuaresma procuraba que en casa no faltaran ni el mojete, ni los panecicos dulces.

MOJETE DE VIERNES SANTO

Ingredientes:
Tomate natural pelado y sin triturar, en lata.
Cebolla tierna
Huevos duros
Aceitunas negras
Atún en aceite de oliva
Pimientos morrones
Aceite de oliva virgen
Sal

(Estas cantidades son las que yo he utilizado)

Las cantidades en los ingredientes varían, por supuesto, porque en Hellín este plato lo preparan en las peñas de tamborileros, en enormes lebrillos de barro o en los más modernos barreños de plástico. Incluso lo normal en cualquier casa es preparar una buena cantidad para la familia y las posibles visitas.
Al abuelo Juan le gustaba acompañar el mojete con habas tiernas crudas que iba desgranando sobre la marcha.

Preparación
En una fuente honda se ponen las cebollas tiernas picadas, los tomates de lata después de escurrir el líquido -sin apretar demasiado- y se pican un poco con una cuchara, las aceitunas negras, el atún desmenuzado, los huevos duros partidos en cuadraditos, un pimiento morrón en tiras finas y (optativo) migas de bacalao sin desalar. Se aliña con un generoso chorro de aceite de oliva virgen y se sala al gusto. (Menos sal, si hemos añadido bacalao). Se mezclan todos los ingredientes y se deja reposar unas horas antes de consumirlo.

(En algunos bares de Hellín, sirven un platito como acompañamiento de un buen vino de Jumilla)

PANECICOS DULCES

Ingredientes (para la masa de los panecicos)
Pan casero (mejor de uno o dos días antes)
Huevos (6)
Azúcar (2 cucharadas soperas)
Canela en polvo
Aceite de oliva para freír



Ingredientes para el almíbar
Agua
Azúcar (1/4 kg)
Canela en rama
Cáscaras de naranja y de limón
Clavo
Piñones

Las cantidades en los ingredientes varían igual que para el mojete, porque yo recuerdo cantidades ingentes de panecicos en alguna de las casas a las que fui de visita.

Preparación  (de los panecicos)
Al pan casero, mejor redondo, se le quita la corteza y la miga se ralla con un rallador o se desmigaja con las manos en una fuente y se va haciendo una masa, añadiendo los huevos batidos, hasta que tenga una consistencia blanda. Algún huevo puede sustituirse por medio cascarón de agua. Se espolvorea la masa con canela en polvo y un poco de azúcar.

Se pone al fuego una sartén honda con bastante aceite de oliva en el que se fríen unas cortezas secas de naranja para suavizar el sabor. Cuando el aceite esté bien caliente se van echando a la sartén, con una cuchara sopera,  porciones de la masa que tenemos preparada dándole con la mano la forma de pequeños panecillos. Cuando estén dorados los ponemos a escurrir sobre papel de cocina.

(A la vez preparamos el almíbar)

Preparación (del almíbar)
En una olla grande se pone a hervir el agua con el azúcar, la canela en rama, las cortezas de naranja y de limón, uno o dos clavos y un buen puñado de piñones. (Hay quien añade una cucharada de azúcar a punto de caramelo para darle color al almíbar, yo prefiero un chorrito de miel de romero)
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(La cantidad de agua suficiente para cubrirlos bien)

Cuando el caldo esté hirviendo vamos añadiendo los panecicos y los dejamos en ebullición una media hora, hasta que estén bien calados (blanditos). (Hay un truquillo que es poner un plato encima para que no floten y luego tapar la olla)


Se sirven fríos, con su almíbar, trocitos de naranja o limón y unos piñones.

(¡Y están para chuparse los dedos!)

Si hemos hecho mucha cantidad y no los vamos a consumir en 24 horas es mejor guardarlos en el frigorífico.


Espero que no se me enfade nadie si he cometido algún error en las recetas. Mi maestro era un hellinero de corazón y tenía todas las tradiciones de su tierra muy dentro. Las gastronómicas y las otras. Hasta consiguió llevarme a mí con túnica de tamborilera, aunque sin tambor, una noche de Jueves Santo, hace muchos años.


(Tambores en Hellín)

Por supuesto que también hemos hecho hoy las ricas torrijas, pero de esas ya os hablé el año pasado y se que os gustaron.
http://noesblogparaabuelas.blogspot.com.es/2012/03/tiempo-de-torrijas.html

Para hacer estas cosas tan buenas he tenido la colaboración especial de mi hija Ana y de mi nieta Alejandra que, con sus casi dos años, ha flipado con el movimiento que había en la cocina de su abuela.

Buen apetito y felices vacaciones (a los que las podáis disfrutar)
Abuela Ana

viernes, 15 de marzo de 2013

Habemus Papam

La primera vez que escuché "Habemus Papam" fué un día de octubre de 1958 al salir del Instituto Beatriz Galindo. Estaba en sexto curso de bachillerato, el curso casi acababa de empezar y volvía con algunas compañeras a casa. Por la calle Velázquez nos cruzamos con un grupo de chicas de un colegio religioso que repetían la frase una y otra vez. Parecían muy emocionadas y felices.

A nosotras en el Instituto no nos habían dicho nada pero al día siguiente, al entrar en clase, encontramos escrito con grandes letras Habemus Papam en la pizarra. Aquel día todas las alumnas, de todos los cursos, tuvimos que hacer una redacción sobre la elección del nuevo Papa. Menos mal que yo tenía la costumbre de leer el periódico con mi padre y de escuchar las noticias que daban por la radio, en aquel programa que se llamaba El diario hablado de Radio Nacional de España y, la redacción no me quedó mal del todo.

A la muerte del Papa Pío XII, que fue al primero que yo conocí y que recuerdo como una figura majestuosa y distante, al que, aparte de en fotografía, solo había visto alguna vez en el cine cuando salía en el NO-DO,

(Pío XII, como en un cuadro del Siglo de Oro)

los cardenales habían elegido en aquel primer Cónclave del que yo tuve noticia, al Cardenal Roncalli, que eligió llamarse Juan XXIII.

(Juan XXIII fué beatificado en el año 2000)

El Papa Juan XXIII puso en marcha muchas reformas en la Iglesia y convocó El Concilio Vaticano II. Su aspecto sencillo le valió el apodo de "El Papa bueno".

Su pontificado no duró mucho, murió en 1963 y el nuevo cardenal elegido Papa fue Antonio María Montini, que escogió el nombre de Pablo VI.

Ese Habemus Papam recuerdo que lo escuché en una pequeña radio que tenía en mi mesa de la oficina y que, alguien que estaba allí en ese momento, comentó que a Franco no le iba a gustar porque el Cardenal Montini había sido, en ocasiones, muy crítico con el régimen. Yo era muy joven y entonces no sabía de qué hablaba aquella persona.
(Pablo VI, fué el primero que viajó a los cinco continentes y se ganó el apodo de "El Papa peregrino")
En 1965, cuando me casé, una amiga desde Roma me hizo llegar, como regalo de boda, un telegrama con la bendición de Su Santidad Pablo VI. Me hizo ilusión y conservo el papelito de telégrafos junto a las fotos de ese día.

En agosto de 1978 falleció Pablo VI y en el Cónclave siguiente, el 26 de agosto salió elegido el Cardenal Albino Luciani que adoptó el primer nombre compuesto en la historia del Papado: Juan Pablo I, en homenaje a sus dos antecesores.

(Juan Pablo I, salió al balcón de la plaza de San Pedro vistiendo  sencillamente la sotana blanca )
Al Cardenal Luciani le llamaron "El Papa de la sonrisa". Pasó por el Vaticano como de puntillas. Su pontificado duró exactamente treinta y tres días. Murió mientras dormía, el 28 de septiembre de 1978..

Recuerdo que en aquella época tenía mucho trabajo con mis cuatro hijos, la última de pocos meses y me impactó mucho escuchar una mañana que Juan Pablo I había muerto. Casi no le había visto nunca porque aquellos días yo veía poca tele.

Sin haber tenido tiempo de "recoger" la organización del último cónclave, se convocó otro nuevo. En esta ocasión hubo muchas sorpresas. Creo que todo el mundo estaba pendiente de la chimenea de la Capilla Sixtina.

El 16 de octubre el humo salió blanco y se anunció Habemus Papam (polaco). La nacionalidad del Cardenal Karol Wojtyla fué la primera sorpresa. Se rompía la costumbre de que casi todos los papas hubieran sido italianos. Eligió continuar con el nombre de su antecesor, esta vez Juan Pablo II.

(Juan Pablo II en su primera bendición Urbi et orbi)
Juan Pablo II, era muy joven,  tenía nuevas costumbres, había sido actor de teatro en su juventud, hacía deporte, mandó construir una piscina para su uso, fue un viajero incansable. Utilizó en sus desplazamientos el conocido como "papamóvil", dejando de lado la ceremonial "silla gestatoria".

En 1981 sufrió un atentado mientras recorría en el papamóvil la Plaza de San Pedro. Papa entre dos siglos quizá haya sido el más mediático y del que más se haya escrito. Yo solo quiero recordar aquí esas primeras impresiones de su comienzo y de su doloroso final. Nunca quiso retirarse a pesar de estar muy enfermo.

Después de más de veintiseis años de pontificado murió en abril de 2005. Su sucesor lo beatificó en mayo de 2010.

Del siguiente cónclave me acuerdo muy bien. En esa ocasión  pasé mucho tiempo frente al televisor, siguiendo, casi en directo, todas las ceremonias ancestrales de la elección de un nuevo Papa.

Como si se tratara de una película -recuerdo Las sandalias del pescador- los informativos y las conexiones en directo ofrecían un espectáculo de una gran belleza en el que hasta el último movimiento estaba controlado. Verlo desde mi sillón, a todo color, me fascinó.

El elegido, de nuevo sorprendió a muchos. Esta vez era un cardenal alemán, Joseph Ratzinger que quiso ser el Papa Benedicto XVI.  El cardenal alemán había sido asesor teológico durante el Concilio Vaticano II y se alabó mucho su capacidad intelectual.
A mi me gustaba saber que tocaba el piano y tenía un gato.

(Benedicto XVI, bendiciendo a los católicos del mundo con una gran sonrisa)
Poco antes de cumplirse los nueve años de su pontificado, Benedicto XVI dejó sin palabras al mundo al anunciar el pasado mes de febrero que dejaba la Sede Vacante y se retiraba, por motivos de salud, a un monasterio en donde piensa dedicar el resto de su vida a la oración y la escritura. Es el primer Papa, en siglos, que toma esa decisión. Ahora su título es el de "emérito".

Así que hace unos pocos días se convocaba un nuevo Cónclave del que ha salido elegido otro Papa con sorpresa. Esta vez viene de allende los mares (del fin del mundo como dijo él mismo tras ser elegido). El Cardenal Jorge Bergoglio, llega desde Buenos Aires, argentino de ascendencia italiana y perteneciente a la Orden de San Ignacio de Loyola (jesuíta).

Ha pedido llevar el nombre del santo de Asís. Francisco I, y también que recemos para ayudarle en su tarea.. En estos días los medios de comunicación están echando humo aportando toda la información disponible sobre el nuevo Papa. 

(El Papa Francisco I impartiendo la bendición Urbi et orbi, con la sotana blanca, sin más ornamentos, como hizo en su día Juan Pablo I)
A mi me ha gustado que haya elegido ese nombre. Francisco se llamaba mi padre y también uno de mis hijos. Recuerdo haber leído en la biografía del santo que su padre, comerciante de telas, le puso de nombre "francesco", porque era bueno y suave como el paño de Francia.

Mis "franciscos" han sido y son buenos, no siempre suaves pero sí resistentes.

Espero que, sobre todo a mis chicos, esta entrada en mi blog  les sirva para que sientan curiosidad y quieran saber más cosas sobre los siete Papas que ya ha conocido su abuela. Esto es Historia y siempre os puede tocar alguna preguntita.
Abuela Ana 

viernes, 8 de marzo de 2013

En el Día de la mujer



Hoy que en todo el mundo se conmemora el Día de la Mujer quiero contaros una historia.

Es posible que los vecinos del barrio de Chamberí se crucen,  en los últimos meses, por la calle Santa Engracia con una pareja poco corriente. Ella es una mujer joven, aunque su pelo muy corto y muy rizado esté ya casi blanco, él es un caballero que aparenta más edad de la que realmente tiene, porque en el último año su salud le ha jugado una mala pasada y su vida ha dado un vuelco total.
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El caballero, elegantemente vestido, va en una silla de ruedas que empuja cuidadosamente la mujer del pelo corto y rizado. Ella tiene los ojos con un brillo especial, el que dejan las muchas lágrimas derramadas y el que da la decisión de no rendirse nunca. Se llama Concha y es amiga mía desde hace mucho tiempo.

Cuando era casi una adolescente decidió, no sin problemas familiares, unir su vida al hombre que amaba y compartirla con él, muy lejos de su casa, su barrio y su país. Vivió en Mauritania, en Senegal, en América del sur y formó su propia familia, con dos hijas estupendas. Tuvo épocas malas en las que se sintió muy sola en un país extraño, mientras su chico (siempre le llama así cuando habla de su marido) trabajaba y por fin, al cabo de los años volvieron a Madrid, a su barrio de siempre cerquita de la Puerta de Toledo y comenzaron una etapa más tranquila y, quiero pensar que más feliz.

Conocí a Concha en un taller de literatura del centro cultural del barrio hace más de ocho años. Nos caímos bien desde el primer día, a pesar de que yo soy quince años mayor que ella. Sintonizábamos la misma onda en muchísimas cosas y nos contábamos penas y alegrías mientras volvíamos a casa después del taller. Compartimos lecturas, días de teatro, muchos cafés y, un día, a principios de 2012, me contó que iba a ser abuela, como yo.

Otro día, poco después, en febrero de 2012, Concha me llamó por teléfono y me dijo: mi chico está mal, tiene el corazón tan grande que hay que hacer algunas reparaciones. El día de la operación nos comunicó que todo había ido bien y que estaba esperando para poder entrar a verle a la UCI.

Nada salió como esperábamos. Durante meses Concha vivió entre el hospital y su casa, a la que volvía cada día sin saber qué iba a pasar al día siguiente. Más tarde a su chico le dieron el alta hospitalaria y volvió con él a casa.

Ahora vive en otro lugar, alquiló un piso sin barreras arquitectónicas, en donde poder atender mejor los cuidados que necesita el hombre que es el gran amor de su vida y que ahora depende totalmente de ella. La cercanía de una de sus hijas la animó también a mudarse.

Lo que ha sido este último año para esta mujer enamorada, guerrera y luchadora no soy capaz de contarlo. Muchos de los correos que he recibido de ella en estos meses y las larguísimas conversaciones telefónicas que hemos mantenido,  me dan idea de la batalla que está librando. Convertida en cabeza de familia, está luchando contra la sanidad, la administración, la burocracia y el papeleo, para conseguir aquello a lo que tiene derecho.

Sobre su lucha íntima y personal para seguir adelante, contar algo aquí sería una gran indiscreción.

Se, porque ella me lo ha dicho, que se siente muy arropada por sus hijas y por su familia. Sus amigas poco podemos aportar además de hacerle sentir que puede contar con nosotras, de escucharla cuando tenga ganas de hablar y de transmitirle nuestro cariño.

Concha, te lo debía. Eres una buena amiga y una gran mujer.

Aquí os dejo un pequeño regalo para disfrutarlo en este día.

http://youtu.be/i0X4Yu8GZr8
Abuela Ana