lunes, 10 de noviembre de 2014

Abrir un armario

Aprovechando que tenía un largo fin de semana por delante, el viernes decidí dedicarlo a ordenar armarios.

El tiempo climatológico raro que hemos disfrutado últimamente, había dejado mi ropa de verano mezclada con la de invierno y viceversa, así que ya he conseguido poner un poco de orden en mis armarios. Y digo mis porque realmente puedo permitirme el lujo, al vivir sola, de tener uno para cada periodo estacional.

Hasta aquí pura rutina. Pero el sábado, al hilo de las noticias, recordé que yo tenía en casa un genuíno pedacito del Muro de Berlín. Me hacía ilusión tenerlo en la mano tantos años después y quizá hacer una fotografía y enseñársela a mis amigos. Pero buscarlo ¿dónde? Lo recordaba junto a unos pedacitos de mármol de esos que, las malas lenguas dicen que tiran alrededor de El Partenón, para que se los lleven los turistas de recuerdo.

Después de muchos años sigo sin "meter mano" a los armarios bajos de un mueble librería en donde están guardadas muchas cosas del abuelo Juan. Así que me dije: hoy es el día, duro con el.

Y abrí los armarios y se me cayó encima media vida. Mis nietos preguntarían ¿qué es todo esto, abuela?

- Cajas llenas de carretes de fotografías en blanco y negro, revelados en casa.
- Sobres y cajas de fotografías, de hace más de cincuenta años.
- Diapositivas, ya en color.
- Películas de Super8
- Herramientas para montar las películas.
- Un proyector de Super8
- Un tomavistas

Carpetas con apuntes, recuerdos de viajes, postales.
Una caja llena de cacharritos de cerámica de medio mundo, que íbamos guardando a medida que faltaba sitio para los libros en las estanterías.

Una bolsa llena de discos de vinilo de 45 RPM con lo mejor de los años 60 y 70  y cintas de vídeo Beta y VHS y mil cosas más.
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Por un instante pensé que no lo iba a resistir. Por supuesto el dichoso pedacito del Muro de Berlín no apareció. Ya aparecerá cuando no lo busque. Suele pasar.

Me quedé en estado de shock y cuando reaccioné, después de un par de horas, caí en la cuenta de que después de dieciocho años yo no había terminado de pasar eso que llaman el duelo. Esos armarios cerrados guardando "sus cosas" eran mi forma de no dejarle ir.

Cómo la idea de seguir fomentando sus aficiones, sus manualidades y hasta una idea peregrina que me asaltó al principio, de seguir con alguno de sus proyectos de investigación, como si yo hubiera estado preparada para ello. Yo sólo tenía montañas de fichas, libros y documentación a las que he ido dando salida poco a poco. No son buenos tiempos para la investigación histórica contemporánea.

El problema de los libros, que en un principio fueron como una losa para mi, lo he ido solucionando con el tiempo. A mis compañeras del Círculo de Lectoras se lo he contado a veces. Pasé de limpiarles el polvo mecánicamente a mirar de qué iban y a disfrutar con la lectura de muchos de ellos. Yo siempre había leído mucho pero aquellos eran sus libros.

No va a ser fácil hacer míos todos los espacios de la casa, pero creo que va a ser un sano ejercicio mental. Las cosas no deben aprisionar a las personas y si hay que cambiarlas de sitio o darles aire pues me armaré de valor y lo haré.

Así que cuidadín cuando decidáis arreglar armarios. Nunca sabe uno lo que va a salir de esos muebles.

Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí. Me había olvidado de lo bien que me sentaban estos desahogos.
Hasta pronto.
Abuela Ana



Pd. Como no encontré mi trocito , aquí os dejo una foto, tomada de Google, de los tres trozos del Muro que hay en el Parque de Berlín, cerca de mi querido barrio de Prosperidad.

miércoles, 9 de abril de 2014

Más sobre Las tres bodas de Manolita. Tres libros con un verso en el título.

Cuando escribí la entrada anterior, minutos después de haber terminado de leer la novela de Almudena Grandes, creo que hablé más de mis propios recuerdos que del libro.

No me gusta contar el argumento de mis lecturas aquí en el blog porque, a veces, a mi me ha pasado que buscando información sobre algún libro me han chafado totalmente la historia.

Pero me siento en deuda con los personajes, con esos hombres y mujeres que forman la historia coral que es Las tres bodas de Manolita.

En el último capítulo, la autora incluye un censo muy bien ligado a los capítulos anteriores. Hay de todo, lo mejor y lo peor de cada casa.

Si la acción de la novela transcurre en "tiempos muy... muy revueltos", los personajes son unos supervivientes.

En el taller de literatura al que asistía hasta hace poco, la profesora nos decía al poner un libro en común que ¿cómo se lo contarías a un marciano que pasara por aquí?. Si le tengo que contar al marciano Las tres bodas de Manolita le diría que forma parte de un importante grupo de novelas que se han escrito en los últimos años para refrescar eso que se ha dado en llamar "Memoria histórica".

Hace años, mis compañeras y yo leímos varias novelas en un espacio corto: El  corazón helado de Almudena Grandes, Mala gente que camina de Benjamín Prado, El vano ayer de Isaac Rosa, curiosamente con título las tres que recordaban versos de Antonio Machado. De aquellas lecturas y las charlas posteriores, al menos a mí me entraron unas ganas enormes de saber. Mi generación y alguna más de las posteriores, sólo conocíamos una parte de la historia.

(Las dos Españas)

(Sobre los niños desaparecidos en la posguerra)



(Sucesos más recientes)
Los episodios de una guerra interminable, los tres publicados hasta ahora, aparte de proporcionarme ratos estupendos disfrutando de su lectura, me han descubierto cosas de las que no tenía ni idea y que estaban pasando, algunas, muy cerca de mí en el tiempo y en el lugar.

En los personajes de Las tres bodas de Manolita hay desánimo, afán de vivir, solidaridad, humor (hasta en los momentos trágicos), mezquindad, generosidad, traición, maldad ... y mucho amor. Muchísimo más amor del que el cura de Porlier hubiera podido imaginar cuando se lucraba firmando certificados de matrimonio falsos para los presos.

No quiero contar más cosas pero, no me resisto a recordar del capítulo de Cuelgamuros la conversación a dos bandas entre el cuento de La lechera y Robinson Crusoe. Es estupendo, me parece genial esa contraposición entre el fatalismo de uno y el razonamiento positivo del otro. Manolita no puede entender como van a construir una casa encima de un risco, en medio de un monte rodeado de nada y sin medios y Silverio le dice que es porque no ha leído Robinson Crusoe.

Manolita piensa: el cántaro de leche se me cae y se rompe y ya no hay huevos, ni pollos, ni gallinas, ni granja ni "ná de ná". Silverio: ve crecer el grano de trigo, la espiga, más espigas, la harina y el pan.
Al final el hombre, con ayuda de otros buenos hombres y "mucha maña" consigue hacer encima del risco la casa de Robinson, el nido de amor de una pareja que se ha casado tres veces, sin ser verdad ninguna. Con sus flores, su porche y su ascensor para subir las cosas pesadas.

Una gozada de lectura.
Espero que disfrutéis tanto como yo leyendo la novela
Abuela Ana

domingo, 6 de abril de 2014

Un fin de semana para recordar. Las tres bodas de Manolita.

Este fin de semana, ayer sábado, he terminado de leer Las tres bodas de Manolita, tercera entrega de Almudena Grandes de sus Episodios de una guerra interminable.

Me ha gustado mucho, igual que las dos anteriores: Inés y la alegría y El lector de Julio Verne y, además, esta novela la he disfrutado mucho más porque a los protagonistas los he reconocido como habitantes del barrio en que nací: Chamberí; del barrio que recorría a pié al salir del instituto Beatriz Galindo, cuando me fui a vivir a Prosperidad y de mi barrio actual: Arganzuela.



 

En Las tres bodas de Manolita hay varias novelas en una. Cualquiera de sus personajes principales, sus vidas, sus penas y sus - pocas- alegrías, dan para una historia completa.

No voy a contaros aquí el argumento del que se ha hablado los últimos días en todos los medios de comunicación.

A través de la historia real que Almudena incluye en varios capítulos me he enterado de cosas y he llenado alguna laguna que mis recuerdos de muy pequeña tenían.

Por la calle Santa Engracia, en la que yo nací, solían pasar allá por los años 47 ó 48 (del siglo pasado) grupos de hombres y niños -varones- que ingresaban en un edificio del número 11 de la calle, que todos conocíamos como El Patronato de Enfermos. Recuerdo haber preguntado a mi padre por su aspecto sucio y mal vestido y él me decía que eran presos liberados o familias desplazadas y cuando me parecía raro que no hubiera niñas ni mujeres entre ellos, mi padre contestaba que a ellas las enviaban a un albergue para mujeres.

Esas conversaciones con mi padre las solía cortar mi madre de raíz diciéndole que no me contara esas historias.
Cárcel de Porlier en Conde de Peñalver con Padilla (hoy renovado Colegio Calasancio)

En la novela de Almudena he encontrado muchas respuestas.

Cuando en  1970, le dije a mis padres que nos habíamos comprado un piso en el Paseo de Yeserías y que estábamos felices porque era un sitio que nos gustaba mucho, mi madre saltó enfadada y me dijo que si no había pisos en otro sitio de Madrid nada más que en Yeserías. Yo no entendía nada y sólo le contesté que eran del Ministerio de Educación y que como era una cooperativa nos salían más baratos.

Antigua cárcel de mujeres de Yeserías,(frente al Matadero del Paseo de la Chopera), hoy Centro de Inserción Social Victoria Kent 

También a este episodio le he encontrado explicación.  A mi madre no le parecía un barrio adecuado para su hija. (¡!)

La novela la he leído con "avaricia", menos mal que tengo la costumbre de releer pasado algún tiempo y vuelvo a disfrutar los libros tanto o más que la primera vez. Pero según iba avanzando me daba pena terminarla, ya estoy esperando al doctor García, próxima entrega de los Episodios.

Pienso que estas historias son el fruto de muchas horas de documentación, de largas conversaciones con la gente que aún tiene el recuerdo vivo de esos años y sobre todo que  la forma directa, sencilla y sincera con la que la autora las pone sobre el papel es lo que te engancha hasta llegar a la última página.

En mi infancia, a los niños no se nos decían las cosas claras. Había frases hechas:" hay ropa tendida", "hay moros en la costa"..., cuándo entrábamos en la habitación y entonces los mayores se callaban y cambiaban de conversación.

Creo que el conocer la verdad de todo lo que pasa a su alrededor es una manera de educar a los niños. Y en la escuela tienen que aprender la Historia de España desde Atapuerca, hasta el mes pasado. Hay que fomentar que tengan curiosidad. Y hay muchas formas para hacerlo.

No digo que la manera de conocer la historia de la posguerra sea leer las novelas de Almudena Grandes -que también-, sino que me cuesta escuchar a jóvenes de veinte años hablar de Adolfo Suárez como si estuvieran hablando de los reyes godos, por poner un ejemplo cercano.

Este sábado también he sentido una extraña sensación de bucle en el tiempo cuando me he sentado un rato a ver la televisión. Haciendo zapping me he encontrado a la vez una película de Joselito, unos niños salidos de un concurso de talentos infantiles de la canción, invitados en un programa de gran audiencia y la película Carmen la de Ronda de Sara Montiel. Y he pensado ¿en qué siglo estoy?

Ha sido un fin de semana para recordar.

Os recomiendo leer Las tres bodas de Manolita. Y a vosotros, mis chicos, ya sabéis que estoy dispuesta a contaros las batallitas de la
Abuela Ana

domingo, 9 de febrero de 2014

El Cine

Poner a esta entrada como título El Cine, es, como poco, un atrevimiento.

Hoy quiero recordar lo que me gustaba ir al cine, sentarme en la butaca, esperar a que las luces se apagaran y, durante una hora y media o dos, vivir junto a los actores aventuras, amores, suspense o lo que tocara esa tarde.

Durante mi infancia y mi adolescencia igual que se lo he oído contar a muchísimas personas de mi generación, el Cine fue una de las mayores fuentes de conocimiento para unos niños con pocos medios a su alcance. La otra fuente fundamental fue la lectura, empezando con los tebeos y enlazando con las novelas de aventuras y la literatura clásica infantil y juvenil.

Ir al cine del barrio una vez a la semana era lo habitual cuando yo era jovencita. Íbamos varias amigas, o con hermanos mayores y más tarde, cuando tenías novio, se escogían más las películas y si la economía del novio lo permitía, a veces salíamos del barrio para ir a un cine de estreno.

Más tarde, casada y con varios hijos y con la televisión en casa, las tardes de cine disminuyeron drásticamente pero el Cine siguió formando parte de esos ansiados ratos de descanso, ahora en el salón de casa, junto a mi marido y mis niños (si la peli no tenía rombos).

Ahora  que vivo sola sigo disfrutando de las buenas películas, actuales o del archivo cinematográfico.. A una sala de cine hace mucho que no voy. Ya no quedan casi cines en el barrio... Me he acostumbrado al silencio de mi salón y a sentarme en las noches de invierno en pijama y bata frente al televisor y luego, con las últimas imágenes irme a dormir, a veces para soñar y otras para recordar.


(Los ojos azules de Peter O´Toole nos enamoraron a varias generaciones de mujeres, aunque a veces acabáramos cansadas de tanto desierto)

¿Por qué escribo hoy precisamente estas cosas? Pues porque esta noche se celebra la Gran gala del cine español, la entrega de los Premios Goya a los merecedores, dentro de la industria del Cine.

Esta noche los actores, directores, productores, músicos, decoradores, fotógrafos, etc. etc. recogerán sus premios y dirán palabras de agradecimiento, también harán peticiones y reivindicaciones a favor de su trabajo. Algunos serán amables otros, cáusticos pero, todos tienen, tenemos, derecho a decir lo que pensamos aunque a alguien le molesten las palabras.

El ministro responsable del ramo -me encanta haber escrito esta frase- no podrá asistir a la Gala de los Premios Goya, por problemas de agenda. !¡. A mi cuando me citan para el oftalmólogo tres meses antes, lo apunto y ya para ese día no me comprometo a otra cosa. No se exactamente con cuanta antelación se fija la fecha de la entrega de premios pero intuyo que con bastante.

Así que esta noche me temo que los comentarios sobre su departamento le van a llegar "en diferido" al señor ministro, pero esta vez a mi me va a gustar escucharlos y no voy a pensar que alguno de los premiados se está pasando un pelín.

Reconozco que hay películas españolas que no me gustan y no me sentaré a verlas en el sofá de mi salón ni en otra parte pero, por lo que el CINE así con mayúsculas, me ha dado a lo largo de mi vida sentía la necesidad de escribir hoy en este blog, que tengo un poquito abandonado, algo sobre lo que va a celebrarse esta noche.

También quiero recordar a todos los actores y actrices que me miraron a los ojos desde la pantalla durante muchos años y que formaron parte de mis sueños, que nos han dejado en los últimos meses.
Algunos eran muy mayores otros no, pero y es la magia del Cine, siempre los recordaremos como en sus años de gloria.







En Ivanhoe, a mi me gustaba más Joan Fontaine pero a los chicos les volvía locos Liz Taylor.

Y mi película favorita de Joan Fontaine es Carta de una desconocida.







Podría seguir subiendo fotos pero esta noche cuando en la gala recuerden a los que nos han dejado me va a dar rabia no haber recordado a alguno de mis actores más queridos así que del cine español voy a recordar aquí a Amparo Rivelles, que no fue de mis favoritas en las películas de su juventud (quizá porque sólo pude ver las históricas, un poco de cartón piedra) pero que me conquistó en la madurez con papeles en series para la televisión como el de la madre de don Fermín de Pas en La Regenta ó en su papel en Los gozos y las sombras, junto al también desaparecido Carlos Larrañaga, su hermano.




Gracias a todos los que esta noche celebran su gran fiesta, por su trabajo, por ayudar a muchas personas a soñar o simplemente a vivir.

Chicos, no sabéis lo que la abuela Ana disfrutaba  de niña en una sesión doble del cine María Cristina  que estaba en la calle Manuel Silvela o un poco más mayor en el López de Hoyos o en el Covadonga, que estaban en mi nuevo barrio de Prosperidad.

Cine, Cine, Cine.... más buen Cine por favor......

Saludos
Abuela Ana