No me gusta contar el argumento de mis lecturas aquí en el blog porque, a veces, a mi me ha pasado que buscando información sobre algún libro me han chafado totalmente la historia.
Pero me siento en deuda con los personajes, con esos hombres y mujeres que forman la historia coral que es Las tres bodas de Manolita.
En el último capítulo, la autora incluye un censo muy bien ligado a los capítulos anteriores. Hay de todo, lo mejor y lo peor de cada casa.
Si la acción de la novela transcurre en "tiempos muy... muy revueltos", los personajes son unos supervivientes.
En el taller de literatura al que asistía hasta hace poco, la profesora nos decía al poner un libro en común que ¿cómo se lo contarías a un marciano que pasara por aquí?. Si le tengo que contar al marciano Las tres bodas de Manolita le diría que forma parte de un importante grupo de novelas que se han escrito en los últimos años para refrescar eso que se ha dado en llamar "Memoria histórica".
Hace años, mis compañeras y yo leímos varias novelas en un espacio corto: El corazón helado de Almudena Grandes, Mala gente que camina de Benjamín Prado, El vano ayer de Isaac Rosa, curiosamente con título las tres que recordaban versos de Antonio Machado. De aquellas lecturas y las charlas posteriores, al menos a mí me entraron unas ganas enormes de saber. Mi generación y alguna más de las posteriores, sólo conocíamos una parte de la historia.
(Las dos Españas) |
(Sobre los niños desaparecidos en la posguerra) |
(Sucesos más recientes) |
Los episodios de una guerra interminable, los tres publicados hasta ahora, aparte de proporcionarme ratos estupendos disfrutando de su lectura, me han descubierto cosas de las que no tenía ni idea y que estaban pasando, algunas, muy cerca de mí en el tiempo y en el lugar.
En los personajes de Las tres bodas de Manolita hay desánimo, afán de vivir, solidaridad, humor (hasta en los momentos trágicos), mezquindad, generosidad, traición, maldad ... y mucho amor. Muchísimo más amor del que el cura de Porlier hubiera podido imaginar cuando se lucraba firmando certificados de matrimonio falsos para los presos.
No quiero contar más cosas pero, no me resisto a recordar del capítulo de Cuelgamuros la conversación a dos bandas entre el cuento de La lechera y Robinson Crusoe. Es estupendo, me parece genial esa contraposición entre el fatalismo de uno y el razonamiento positivo del otro. Manolita no puede entender como van a construir una casa encima de un risco, en medio de un monte rodeado de nada y sin medios y Silverio le dice que es porque no ha leído Robinson Crusoe.
Manolita piensa: el cántaro de leche se me cae y se rompe y ya no hay huevos, ni pollos, ni gallinas, ni granja ni "ná de ná". Silverio: ve crecer el grano de trigo, la espiga, más espigas, la harina y el pan.
Al final el hombre, con ayuda de otros buenos hombres y "mucha maña" consigue hacer encima del risco la casa de Robinson, el nido de amor de una pareja que se ha casado tres veces, sin ser verdad ninguna. Con sus flores, su porche y su ascensor para subir las cosas pesadas.
Una gozada de lectura.
Espero que disfrutéis tanto como yo leyendo la novela
Abuela Ana
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