martes, 19 de abril de 2016

Celia. Reencuentro con una amiga muy querida.

Esta mañana ha llamado el cartero a mi telefonillo para anunciarme que subía un paquete a mi nombre.

Yo no había encargado nada y lo he abierto con curiosidad. Era evidente que se trataba de un libro pero al verlo me he sorprendido. Está claro que mis hijos me conocen muy bien y en este caso Ana ha tocado con su regalo una de mis fibras más sensibles.

Cuando al comenzar alguno de los cursos de literatura o talleres de lectura a los que he asistido durante muchos años, el profesor preguntaba a los alumnos ¿Cuándo te aficionaste a la lectura? ¿Cuáles fueron tus primeros libros? ¿Qué autor te marcó de alguna manera?.... yo contestaba que mis primeros libros fueron las aventuras de Celia y el autor que me marcó fue Elena Fortún.

Los primeros libros de las aventuras de Celia cuando yo empecé a leerlos, a finales de los años 40 del siglo pasado, ya llevaban más de una década editados. Llegaron a mis manos gracias a una amiga de mi familia que trabajaba en la Biblioteca Nacional y pensó que me iban a gustar tanto como a sus sobrinas. 

De niña leí todos los que se fueron publicando. Ya casada y con hijos compré  una edición facsimil que volvió a sacar la Editorial Aguilar con todos los títulos publicados.  

En cuanto a la autora, Elena Fortún, era para mi la narradora más maravillosa. Celia hablaba con sus lectores, te atrapaba haciéndote formar parte de sus aventuras y desventuras.

(Monumento a Elena Fortún en el Parque del Oeste de Madrid)
He procurado saber más cosas de ella. Su nombre real era Encarnación Aragoneses, era madrileña, se casó con un militar (Eusebio Gorbea) bastante mayor que ella y también escritor. De una de las novelas de su esposo "Los cien días de Elena Fortún" tomó ella el seudónimo con el que se haría reconocer como una gran escritora.

En los libros en los que Celia se va haciendo mayor y, según apuntan los expertos en la obra de Elena Fortún, hay más material autobiográfico.

Al acabar la guerra civil española, Eusebio Gorbea, militar republicano, y su esposa se exilian a Argentina y "Celia institutriz en América", posiblemente recoge algunas experiencias personales de la autora. Enviado el original desde el exilio, al principio no se editó en la misma colección de todos los anteriores , sino en Crisol, de la misma Ed. Aguilar. Quizá también porque entonces la censura no lo consideró una lectura apropiada para los más jóvenes.

(Edición en la colección Crisol de Ed. Aguilar)
En 1987 se conoció que se iba a publicar un nuevo libro de Celia. Existía un borrador guardado en EEUU por la nuera de Elena Fortún, escrito a lápiz en un montón de cuartillas. Estaba fechado en 1943 y era la visión de Celia de los años de la guerra civil, vividos en primera persona.

No parece necesario explicar los deseos de tener ese libro en mis manos en cuanto saliera a la venta. Lo encargué en la librería Fuentetaja en donde ya tenían un montón de pedidos.

Lo recogí una tarde y mentalmente agradecí a Marisol Dorao el haber hecho posible que se hubiera editado esta nueva aventura de mi querida Celia. "Celia en la revolución".



Aquella noche la pasé leyendo. Reí, me emocioné y lloré muchísimo. Días más tarde volví a leer despacio y disfruté de un texto escrito con el corazón en la mano. Al leerlo, toda la vida de Celia se recolocaba. El raro vacío que los lectores habíamos notado entre "Celia madrecita" y "Celia se casa"y la difícil ubicación de "Celia institutriz..." encajaba como un puzzle  acabado.

También está muy claro cuánto de Eusebio Gorbea tiene el personaje del padre de Celia, en estos últimos títulos. "Celia se casa" a mi siempre me pareció una historia un poco forzada por los tiempos que corrían. No podía pasarle nada mejor a una señorita de la época.

El libro que he recibido hoy es una reimpresión de aquel de 1987. Con un prólogo muy interesante de Andrés Trapiello.


En la contraportada se comenta cómo aquella primera edición desapareció de las librerías como por arte de magia y solamente  de segunda mano se encuentra algún ejemplar, a precio exagerado para ser un libro reciente. No me extraña. Yo coloqué el mio junto a los demás títulos de la colección y todos saben que esos libros que parecen cuentos son de la abuela Ana.

Me ha sorprendido gratamente que se haya hecho esta reimpresión de "Celia en la revolución". Es una novela sobre los años de la guerra civil en la que no hay nada más (y nada menos), que las vivencias de una jovencita madrileña en medio de una revolución. Fechado el final del borrador de la novela el 13 de julio de 1943, los hechos que Elena Fortún contaba eran muy recientes y están escritos como del tirón. Carmen Martín Gaite opinaba que esta novela era también un desahogo de su autora. Pues bueno. Tenía derecho a escribir lo que sentía y a contar lo que había vivido en primera persona.

En los próximos días se va a presentar en Madrid y me parece estupendo que personas que conocen bien la obra de Elena Fortún, reivindiquen su figura de buena escritora y mujer poco convencional.

Para este Día del libro 2016 os animo a conocer a Celia, una chica madrileña que no os defraudará.
Abuela Ana

Elena Fortún. Celia en la revolución, Prólogo de Andrés Trapiello. Biblioteca Elena Fortún. Editorial Renacimiento 1ª Reimpresión, Sevilla, marzo de 2016
  

miércoles, 10 de junio de 2015

Manos ocupadas... tejer, tejer, tejer.

En los últimos meses, prácticamente desde que empezó la primavera, he tenido un bajón no se si por la estación o por causas externas, pero lo cierto es que algunos días me costaba ponerme en marcha.

La terapia ocupacional siempre me ha funcionado bien en otras ocasiones y como lo de hacer limpiezas intensivas ya lo he dejado para persona más joven y más fuerte que yo, ahora me inclino más por la lectura y las labores manuales. Principalmente suelo tejer. Hago prendas o complementos de lana para mis nietos y mientras mentalmente voy diciendo: p.derecho, p.revés, hebra, tres puntos juntos.....mi cabeza no le da vueltas a otros pensamientos que son los que me producen los bajones.

A mediados de marzo, para ser más exacto el día de San José, me levanté con una sensación de soledad tremenda. En mi infancia era la fiesta grande en mi casa, era el santo de mi madre, el día del padre, también tuve un abuelo José....y ese día pensé que ya no tenía nada que celebrar.

Así que casi sin darme cuenta me encontré rebuscando en los restos de antiguas labores, lanas de colores para empezar a hacer algo que me ayudara a pasar el día. Nunca se me había ocurrido tejer los clásicos granny squard o cuadros de la abuela pero como los materiales que tenía en casa no me daban para ninguna otra cosa, cogí un ganchillo, una cesta donde poner una selección de ovillos de colores, eché un vistazo a algunos tutoriales de labores en el ordenador y comencé a tejer.

Casi tres meses más tarde y después de varias visitas a Lanas Sixto, he acabado dos mantas para arroparse en las tardes de invierno y tengo 120 cuadrados, para ensamblar una tercera, cuando no haga tanto calor como hace ahora.


(Mi primera mantita. Tiene 90 cuadrados y es la más genuína porque están aprovechados los restos de lana de otras labores. )

La primera está en Bruselas en casa de mi hija pequeña, para la segunda mi hija mayor escogió los colores y yo la tejí. Dice mi nieta Marta que es como una caja de bombones. Todos los tonos del chocolate.

(En la fotografía no se aprecian todos los tonos del crudo al marrón oscuro. Del chocolate blanco al chocolate puro. Esta tiene 110 cuadrados y es mi segunda manta.)

La tercera ha sido un capricho. He querido tejer un campo en primavera y creo que lo he conseguido. Cuando estén unidos los 120 cuadrados se va a ver mejor pero estoy muy satisfecha con mi labor. He tejido margaritas blancas, girasoles amarillos, pensamientos morados, tajetes naranja, lirios....y la uniré con el color de la flor de lavanda.


(Haciendo el jardín)
(Inspiración y primeros cuadrados)

Y, lo más importante, estoy muchísimo mejor. He alejado los pensamientos grises y han ido cogiendo color a la vez que mi labor.

Entre cadeneta y vareta también he tenido tiempo de pensar en cuantas veces he encontrado en mis lecturas a mujeres tejiendo. Con los telares, agujas de punto, ganchillo, bolillos de encajera .... En cuentos, leyendas, novelas. El principio de estos trabajos fue abrigar y cubrir el cuerpo a la tribu pero también hay muchos ejemplos de hacer esas labores con otra intención.

Recuerdo el cuento de aquella muchacha que hilando convertía la paja en oro, según su padre, y el rey la encerró prometiéndole casarse con ella si al tercer día había convertido en oro todo el pajar...gracias al enano saltarín consiguió ser reina. Y aquí no acaba el cuento.


(Buero Vallejo se inspiró en la Penélope de La Odisea para su obra de teatro)
Homero en La Odisea, puso a tejer un manto a Penélope para que ella pudiera dar largas a la decisión de casarse con otro, porque Ulises no volvía a casa. Trabajaba de día y, de noche deshacía parte de lo tejido, así la labor se alargaba en el tiempo y también el plazo que le dieron para decidir.


Laura Esquivel, en su novela Como agua para chocolate hace que Tita, la protagonista, teja una inmensa colcha en sus largas noches de soledad e insomnio con la que llega a cubrir tres hectáreas de campo....(no os voy a reventar el final de la novela).

Hay en la pintura muchos cuadros dedicados a mujeres haciendo labores.



(Mujer tejiendo de Van Gogh)
(Las hilanderas de Velázquez. Al fondo el pintor representa el mito de Aracne)

Otra cosa son las reuniones o talleres para hacer punto o crochet y poner fundas de colorines al mobiliario urbano. Esta es una actividad que me parece muy divertida y de la que en otra ocasión os contaré cositas que he visto en mis viajes de #abuelasporelmundo.

También he descubierto que esto de los cuadrados de la abuela es un pelín adictivo.

Hasta pronto
Abuela Ana

domingo, 15 de marzo de 2015

Preparando el jardín

Este fin de semana tocaba preparar el jardín en Escalona para la inminente llegada de la primavera. Hay que cortar la hierba que, aunque poco, ha crecido en invierno. En mi casa la gran mayoría de césped es hierba del campo que poco a poco ha ido parasitando la  plantación original.

Herramientas de la faena

Mientras daba pasadas con el cortacésped me di cuenta de que hay unas pequeñas florecitas, muy hermosas, que crecen pegadas al suelo y se abren en cuanto calienta un poco el sol.

Por muy bajo que ponga el corte de la màquina nunca las pilla.

Cuesta pillarlas entre los dedos

Como estaba yo sola empecé a pensar en que las margaritas, las manzanillas, pequeños lirios y otras flores del campo que se estiran mucho para que las veamos, desaparecen en cuanto pasa el cortacésped o el tractor, en el campo, pero estas que os cuento resisten y con su belleza le dan un bonito color a la pradera.

Haciendo sociología "de campo" se me ocurrió que con muchas personas pasa igual que con las flores silvestres. Si presumen mucho y tienen demasiada visibilidad pública, tienen màs peligro de desaparecer que, si intentan pasar desapercibidas apegadas a la tierra y procurando no asomarse mucho al exterior. Al final son las que le dan color al campo o quizá también a la vida.

A lo mejor me puse a pensar en estas cosas porque estamos en campaña electoral y hay demasiados candidatos. Alguno será flor de un dìa y otros quizá nos alegren un poco la vida en los próximos cuatro años.
¡Què vida màs dura!

A veces canturreo mientras trabajo en el jardín. O hablo con la gata Cloe que me persigue hasta que decide irse a dormir. Ayer me diò por hacer comparaciones entre "flores". Cosas mìas.

Abuela Ana

lunes, 9 de marzo de 2015

Algo que contar

Hace un par de días, mi nieto Juan decidió hacer una biografía de su abuela como trabajo para el colegio. Me preguntó los datos necesarios, fecha de nacimiento, nombre de mis padres, estudios, etc. y se fue a escribirlo, Cuando terminó me lo enseñó y me hizo mucha gracia que él, sin que lo hubiéramos comentado, había escrito al final "mi abuela es muy moderna y tiene un blog que se llama noesblogparaabuelas".

Pensé que mi blog de "abuela moderna" lo tenía muy abandonado y que ya era tiempo de retomar la actividad.

¿Qué me ha pasado durante todo el invierno? ¿Por qué no he escrito nada?

Pues sencillamente porque pensaba que no tenía nada que contar. Porque las cosas que se me ocurrían me parecían poco interesantes, o tristes, o demasiado personales para compartirlas.

En estos meses, mi hija pequeña y su familia han cambiado de residencia y se han marchado a vivir a Bélgica. Mis dos nietos más pequeños, a los que veía casi a diario y con los que compartía paseos, parque y juegos en casa, ahora están a un montón de kilómetros y la abuela Ana tiene "el corazón partío".

Y van dos, porque mi hijo mayor lleva muchos años viviendo en Alemania y también allí, en Colonia, está Jan, otro nieto al que no veo tanto como me gustaría.

Pero a la abuela Ana también le funciona la cabeza y, como dice Juan, es una abuela muy moderna.

Así que me he apuntado a una asociación, que no se si existe, que se llama #Abuelasporelmundo y ya he ido un par de veces a Bruselas a seguir disfrutando de la familia y a conocer la ciudad cuando el tiempo lo permite.

Parque del Cincuentenario
 
Además todos los días doy gracias por tener mi maravilloso smartphon con el que puedo tener videos, fotos, mensajes de voz y escritos y sentir que a pesar de la distancia los puedo ver también casi a diario.

La Grand Place.

Nunca he sido muy viajera. El que viajaba mucho, por trabajo, era el abuelo Juan y yo me quedaba  en casa con los niños. Luego en vacaciones donde más a gusto estábamos era en la casa de Escalona, así que yo conocía países y lugares nuevos, a través de los relatos del abuelo y de los recuerdos que traía de cada viaje.

El fin de semana pasado, andando por la Grand Place pensé que, por aquellos adoquines habría andado muchas veces el abuelo, cuando durante meses tenía que viajar a Bruselas cada semana. Yo era la primera vez que los pisaba. Me sentí ... acompañada...¡en fin, cosas de la abuela!

 
Tarde de domingo

En mi próxima visita espero que haga mejor tiempo y pueda salir también allí al parque con mis peques. Aunque lo cierto es que si no llueve, aunque haga mucho frío hay que salir a pasear.

En Madrid casi parece que ha llegado ya la primavera.
Abuela Ana

lunes, 10 de noviembre de 2014

Abrir un armario

Aprovechando que tenía un largo fin de semana por delante, el viernes decidí dedicarlo a ordenar armarios.

El tiempo climatológico raro que hemos disfrutado últimamente, había dejado mi ropa de verano mezclada con la de invierno y viceversa, así que ya he conseguido poner un poco de orden en mis armarios. Y digo mis porque realmente puedo permitirme el lujo, al vivir sola, de tener uno para cada periodo estacional.

Hasta aquí pura rutina. Pero el sábado, al hilo de las noticias, recordé que yo tenía en casa un genuíno pedacito del Muro de Berlín. Me hacía ilusión tenerlo en la mano tantos años después y quizá hacer una fotografía y enseñársela a mis amigos. Pero buscarlo ¿dónde? Lo recordaba junto a unos pedacitos de mármol de esos que, las malas lenguas dicen que tiran alrededor de El Partenón, para que se los lleven los turistas de recuerdo.

Después de muchos años sigo sin "meter mano" a los armarios bajos de un mueble librería en donde están guardadas muchas cosas del abuelo Juan. Así que me dije: hoy es el día, duro con el.

Y abrí los armarios y se me cayó encima media vida. Mis nietos preguntarían ¿qué es todo esto, abuela?

- Cajas llenas de carretes de fotografías en blanco y negro, revelados en casa.
- Sobres y cajas de fotografías, de hace más de cincuenta años.
- Diapositivas, ya en color.
- Películas de Super8
- Herramientas para montar las películas.
- Un proyector de Super8
- Un tomavistas

Carpetas con apuntes, recuerdos de viajes, postales.
Una caja llena de cacharritos de cerámica de medio mundo, que íbamos guardando a medida que faltaba sitio para los libros en las estanterías.

Una bolsa llena de discos de vinilo de 45 RPM con lo mejor de los años 60 y 70  y cintas de vídeo Beta y VHS y mil cosas más.
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Por un instante pensé que no lo iba a resistir. Por supuesto el dichoso pedacito del Muro de Berlín no apareció. Ya aparecerá cuando no lo busque. Suele pasar.

Me quedé en estado de shock y cuando reaccioné, después de un par de horas, caí en la cuenta de que después de dieciocho años yo no había terminado de pasar eso que llaman el duelo. Esos armarios cerrados guardando "sus cosas" eran mi forma de no dejarle ir.

Cómo la idea de seguir fomentando sus aficiones, sus manualidades y hasta una idea peregrina que me asaltó al principio, de seguir con alguno de sus proyectos de investigación, como si yo hubiera estado preparada para ello. Yo sólo tenía montañas de fichas, libros y documentación a las que he ido dando salida poco a poco. No son buenos tiempos para la investigación histórica contemporánea.

El problema de los libros, que en un principio fueron como una losa para mi, lo he ido solucionando con el tiempo. A mis compañeras del Círculo de Lectoras se lo he contado a veces. Pasé de limpiarles el polvo mecánicamente a mirar de qué iban y a disfrutar con la lectura de muchos de ellos. Yo siempre había leído mucho pero aquellos eran sus libros.

No va a ser fácil hacer míos todos los espacios de la casa, pero creo que va a ser un sano ejercicio mental. Las cosas no deben aprisionar a las personas y si hay que cambiarlas de sitio o darles aire pues me armaré de valor y lo haré.

Así que cuidadín cuando decidáis arreglar armarios. Nunca sabe uno lo que va a salir de esos muebles.

Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí. Me había olvidado de lo bien que me sentaban estos desahogos.
Hasta pronto.
Abuela Ana



Pd. Como no encontré mi trocito , aquí os dejo una foto, tomada de Google, de los tres trozos del Muro que hay en el Parque de Berlín, cerca de mi querido barrio de Prosperidad.

miércoles, 9 de abril de 2014

Más sobre Las tres bodas de Manolita. Tres libros con un verso en el título.

Cuando escribí la entrada anterior, minutos después de haber terminado de leer la novela de Almudena Grandes, creo que hablé más de mis propios recuerdos que del libro.

No me gusta contar el argumento de mis lecturas aquí en el blog porque, a veces, a mi me ha pasado que buscando información sobre algún libro me han chafado totalmente la historia.

Pero me siento en deuda con los personajes, con esos hombres y mujeres que forman la historia coral que es Las tres bodas de Manolita.

En el último capítulo, la autora incluye un censo muy bien ligado a los capítulos anteriores. Hay de todo, lo mejor y lo peor de cada casa.

Si la acción de la novela transcurre en "tiempos muy... muy revueltos", los personajes son unos supervivientes.

En el taller de literatura al que asistía hasta hace poco, la profesora nos decía al poner un libro en común que ¿cómo se lo contarías a un marciano que pasara por aquí?. Si le tengo que contar al marciano Las tres bodas de Manolita le diría que forma parte de un importante grupo de novelas que se han escrito en los últimos años para refrescar eso que se ha dado en llamar "Memoria histórica".

Hace años, mis compañeras y yo leímos varias novelas en un espacio corto: El  corazón helado de Almudena Grandes, Mala gente que camina de Benjamín Prado, El vano ayer de Isaac Rosa, curiosamente con título las tres que recordaban versos de Antonio Machado. De aquellas lecturas y las charlas posteriores, al menos a mí me entraron unas ganas enormes de saber. Mi generación y alguna más de las posteriores, sólo conocíamos una parte de la historia.

(Las dos Españas)

(Sobre los niños desaparecidos en la posguerra)



(Sucesos más recientes)
Los episodios de una guerra interminable, los tres publicados hasta ahora, aparte de proporcionarme ratos estupendos disfrutando de su lectura, me han descubierto cosas de las que no tenía ni idea y que estaban pasando, algunas, muy cerca de mí en el tiempo y en el lugar.

En los personajes de Las tres bodas de Manolita hay desánimo, afán de vivir, solidaridad, humor (hasta en los momentos trágicos), mezquindad, generosidad, traición, maldad ... y mucho amor. Muchísimo más amor del que el cura de Porlier hubiera podido imaginar cuando se lucraba firmando certificados de matrimonio falsos para los presos.

No quiero contar más cosas pero, no me resisto a recordar del capítulo de Cuelgamuros la conversación a dos bandas entre el cuento de La lechera y Robinson Crusoe. Es estupendo, me parece genial esa contraposición entre el fatalismo de uno y el razonamiento positivo del otro. Manolita no puede entender como van a construir una casa encima de un risco, en medio de un monte rodeado de nada y sin medios y Silverio le dice que es porque no ha leído Robinson Crusoe.

Manolita piensa: el cántaro de leche se me cae y se rompe y ya no hay huevos, ni pollos, ni gallinas, ni granja ni "ná de ná". Silverio: ve crecer el grano de trigo, la espiga, más espigas, la harina y el pan.
Al final el hombre, con ayuda de otros buenos hombres y "mucha maña" consigue hacer encima del risco la casa de Robinson, el nido de amor de una pareja que se ha casado tres veces, sin ser verdad ninguna. Con sus flores, su porche y su ascensor para subir las cosas pesadas.

Una gozada de lectura.
Espero que disfrutéis tanto como yo leyendo la novela
Abuela Ana

domingo, 6 de abril de 2014

Un fin de semana para recordar. Las tres bodas de Manolita.

Este fin de semana, ayer sábado, he terminado de leer Las tres bodas de Manolita, tercera entrega de Almudena Grandes de sus Episodios de una guerra interminable.

Me ha gustado mucho, igual que las dos anteriores: Inés y la alegría y El lector de Julio Verne y, además, esta novela la he disfrutado mucho más porque a los protagonistas los he reconocido como habitantes del barrio en que nací: Chamberí; del barrio que recorría a pié al salir del instituto Beatriz Galindo, cuando me fui a vivir a Prosperidad y de mi barrio actual: Arganzuela.



 

En Las tres bodas de Manolita hay varias novelas en una. Cualquiera de sus personajes principales, sus vidas, sus penas y sus - pocas- alegrías, dan para una historia completa.

No voy a contaros aquí el argumento del que se ha hablado los últimos días en todos los medios de comunicación.

A través de la historia real que Almudena incluye en varios capítulos me he enterado de cosas y he llenado alguna laguna que mis recuerdos de muy pequeña tenían.

Por la calle Santa Engracia, en la que yo nací, solían pasar allá por los años 47 ó 48 (del siglo pasado) grupos de hombres y niños -varones- que ingresaban en un edificio del número 11 de la calle, que todos conocíamos como El Patronato de Enfermos. Recuerdo haber preguntado a mi padre por su aspecto sucio y mal vestido y él me decía que eran presos liberados o familias desplazadas y cuando me parecía raro que no hubiera niñas ni mujeres entre ellos, mi padre contestaba que a ellas las enviaban a un albergue para mujeres.

Esas conversaciones con mi padre las solía cortar mi madre de raíz diciéndole que no me contara esas historias.
Cárcel de Porlier en Conde de Peñalver con Padilla (hoy renovado Colegio Calasancio)

En la novela de Almudena he encontrado muchas respuestas.

Cuando en  1970, le dije a mis padres que nos habíamos comprado un piso en el Paseo de Yeserías y que estábamos felices porque era un sitio que nos gustaba mucho, mi madre saltó enfadada y me dijo que si no había pisos en otro sitio de Madrid nada más que en Yeserías. Yo no entendía nada y sólo le contesté que eran del Ministerio de Educación y que como era una cooperativa nos salían más baratos.

Antigua cárcel de mujeres de Yeserías,(frente al Matadero del Paseo de la Chopera), hoy Centro de Inserción Social Victoria Kent 

También a este episodio le he encontrado explicación.  A mi madre no le parecía un barrio adecuado para su hija. (¡!)

La novela la he leído con "avaricia", menos mal que tengo la costumbre de releer pasado algún tiempo y vuelvo a disfrutar los libros tanto o más que la primera vez. Pero según iba avanzando me daba pena terminarla, ya estoy esperando al doctor García, próxima entrega de los Episodios.

Pienso que estas historias son el fruto de muchas horas de documentación, de largas conversaciones con la gente que aún tiene el recuerdo vivo de esos años y sobre todo que  la forma directa, sencilla y sincera con la que la autora las pone sobre el papel es lo que te engancha hasta llegar a la última página.

En mi infancia, a los niños no se nos decían las cosas claras. Había frases hechas:" hay ropa tendida", "hay moros en la costa"..., cuándo entrábamos en la habitación y entonces los mayores se callaban y cambiaban de conversación.

Creo que el conocer la verdad de todo lo que pasa a su alrededor es una manera de educar a los niños. Y en la escuela tienen que aprender la Historia de España desde Atapuerca, hasta el mes pasado. Hay que fomentar que tengan curiosidad. Y hay muchas formas para hacerlo.

No digo que la manera de conocer la historia de la posguerra sea leer las novelas de Almudena Grandes -que también-, sino que me cuesta escuchar a jóvenes de veinte años hablar de Adolfo Suárez como si estuvieran hablando de los reyes godos, por poner un ejemplo cercano.

Este sábado también he sentido una extraña sensación de bucle en el tiempo cuando me he sentado un rato a ver la televisión. Haciendo zapping me he encontrado a la vez una película de Joselito, unos niños salidos de un concurso de talentos infantiles de la canción, invitados en un programa de gran audiencia y la película Carmen la de Ronda de Sara Montiel. Y he pensado ¿en qué siglo estoy?

Ha sido un fin de semana para recordar.

Os recomiendo leer Las tres bodas de Manolita. Y a vosotros, mis chicos, ya sabéis que estoy dispuesta a contaros las batallitas de la
Abuela Ana