Hacía bastante tiempo que no veía ninguna obra dramática y me comentaron que esta era muy buena pero ya no se podía conseguir entradas. Debo dar las gracias a mi amiga Rosa que me regaló la suya porque no podía asistir ese día.
Sobre Agosto hay muchísima información y aquí solo voy a comentar como viví yo mi tarde de teatro.
Con la sala completamente llena, durante las tres horas y cuarenta minutos aproximadamente que dura la representación, no se oía ni una tos. El argumento es muy duro, la interpretación es buenísima y aunque las situaciones sean límites, yo creo que todos los que estábamos allí nos veíamos reflejados en algún momento.
En una vieja casa de madera, con tres alturas, como decorado único, transcurre toda la obra. En escena una familia en la que están presentes tres generaciones, los mayores vivieron su mejor momento en los 60, las hijas y sus parejas pasan ya de los 40 años y la nieta dice que tiene 15 (en realidad solo 14). También tiene un papel clave la criada, una india cheyenne.
Partiendo de la desaparición y posterior suicidio del patriarca de la familia, van saliendo a la luz todos los demonios de cada uno de los personajes, en escenas sucesivas en el tiempo: el funeral, la comida posterior, los planes para el futuro de la abuela...., todo ello mezclado con alcohol, exceso de medicamentos, dolor, infidelidades.
Debo decir que se agradecen muchísimo los exabruptos que sueltan los protagonistas en medio de la mayor tensión porque las carcajadas en el patio de butacas suenan a auténtico respiro del espectador.
El final no deja mucho sitio a la esperanza.
Un gran éxito de Tracy Letts, la versión española es de Luis García Montero y la dirección de Gerardo Vera. El reparto de actores es fantástico y todos están a la altura pero hay dos mujeres inmensas, geniales que son Amparo Baró y Carmen Machi ó Carmen Machi y Amparo Baró ante las que hay que ponerse de pie y aplaudir hasta que duelan las manos.