sábado, 10 de marzo de 2012

Polvo de hadas por el parquet

Se me ha roto mi bola de cristal. A ver, no soy pitonisa. Se me ha roto una bola de cristal llena de agua, con un castillo dentro y minúsculas estrellitas brillantes que parecían lluvia al caer,  cuando agitabas o le dabas  la vuelta a la bola. No he conseguido encontrar ninguna fotografía en la que se vea bien para ponerla aquí, pero estaba junto a mi asiento favorito .

Fué un regalo que me hizo muchísima ilusión porque siempre había querido tener una. Había sido volteada y manoseada por niños y mayores durante un montón de años y el otro día me la cargué yo solita de la manera más tonta.

Recogí el agua;  los cristales y el castillo los tiré a la basura porque no tenía remedio y estuve un buen rato llamándome a mi misma todo lo que se me ocurrió.

El problema han sido las pequeñas estrellitas brillantes. Se quedaron en las juntas del parquet y al secarse se han pegado en la suela de mis zapatos y están repartidas por toda la casa. Tengo la sensación de haber recibido la visita de Campanilla.

Creo que no voy a quitarlas, ya irán desapareciendo y mientras tanto me hace ilusión verlas.

Esto me ha hecho recordar la visita que Vanesa Pérez Sauquillo  nos hizo una tarde, hace varios años,  al taller de literatura, con nuestro profe,  Antonio,  para leernos algunos de sus poemas.

Nos contó que el título de su poemario Estrellas por la alfombra, surgió cuando se le rompió un caleidoscopio y su contenido se esparció por la alfombra de la entrada de su casa.

Además tuvimos la suerte de que nos leyera los poemas de Bajo la lluvia equivocada, aún sin publicar, que más tarde, recibió el IX Premio de Arte joven-Poesía, de la Comunidad de Madrid
Recuerdo que a Vanesa le hizo ilusión que las chicas de Antonio pillaran el sentido de alguno de sus poemas sin necesidad de que lo explicara ella. Como el que tiene que ver con la molinera que tejiendo convierte la paja en oro. Ya sabéis, el cuento de los Hermanos Grimm, de las mil versiones,  por ejemplo: la de El enano saltarín ó la de  Ruidoquedito.


Creo que ya he superado el disgusto que me llevé por mi bola de cristal, y además he tenido algo más que contar y recordar aquí. Ya véis, son las historias de la
Abuela Ana

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